Cuando conocí a Eva, sentí una conexión inmediata y es evidente que se lo debemos a la poesía, a la cantidad de veces que habremos llorado y gritado cada una en nuestro rincón y  un libro ha conseguido devolvernos las ganas de seguir adelante.

En cuanto he terminado de leer a la Eva que yo conozco, sin complejos y dispuesta a comerse el mundo, mi cuerpo se ha estremecido, he sentido empatía y dolor pero sobre todo ganas de abrazar ese alma que tanto ha dado sin recibir lo que merecía.

Aunque la leería una y otra vez porque es la viva imagen de lo que tienes que sentir cada vez que lees un poema, que te estremezca por dentro, que lo sientas exactamente como si fuese tuyo en cada mísera coma, punto o en cada pausa que necesitas para respirar en medio de tantas emociones.

Cuando terminas de leer a Eva te sientes desnuda. Es ella y su alma.

Y así es como definiría su poemario, me parecería inadecuado utilizar el nombre de su libro porque realmente es Eva, es la más pura esencia de su alma, de cada milímetro de amor, desamor, dolor, agradecimiento, valentía, miedo, angustia, sufrimiento.

Un yo interno transparente en donde muestra cada uno de sus trozos rotos, en donde los recuerdos siguen quemando de vez en cuando pero sobre todo podemos observar el compromiso que siente hacia el amor, porque para ella el amor no entiende de medias tintas.

Es una lucha constante entre lo que siente y lo que piensa, siempre se respalda en su valentía y en la esperanza a pesar de las piedras que le pueda ir poniendo el camino, pero también ha sentido silencio en el corazón, vacíos que todavía no ha conseguido llenar y se ha hundido creyendo que no había esperanza, pero antes de caer del todo vuelve a resurgir como si se tratase del águila imperial.

Su fuerza está latente en  la esperanza que proyecta hacia una vida mejor, es sin lugar a dudas profundamente intimista, siente  la necesidad de que cada uno de nosotros pueda conocerla desde dentro, desnudarse para que así podamos formar parte de ella a través de la poesía.

Decía Gloria Fuertes que al corazón le hace falta poesía, y yo digo que a la poesía le hacen falta mujeres. Mujeres de verdad, mujeres valientes, mujeres escudo, mujeres playa, mujeres montaña, mujeres gigantes, madres, hermanas, mujeres diamante. Mujeres como Eva.

Este libro es una puesta de luna en Cantabria con acento Canario, es un viaje de tres horas sin escalas, es como un camino andado, es como regresar a aquellos lugares donde fuiste alguien, (no voy a decir feliz, por eso de lo de Sabina…) donde fuiste espejo, cicatriz y duda. Es como mirarse por dentro a escondidas. Este libro es paisaje, de mar y de asfalto, este libro es tesoro, escondido, sin mapas.

Me ha llevado tiempo y espacio escribir estas líneas, porque la vida a veces golpea con tanta fuerza que se agotan hasta las palabras, ahora voy reconstruyéndome por dentro y por fuera, pero es imposible esconderse de la nostalgia. Nostalgia por lo vivido, por lo que perdiste, por aquello que no te atreviste a ser, por no ser capaz de quitarte el arnés o por lanzarte al vacío sin llevar encendidas las luces de emergencia, por vivir más de la cuenta, o por cuidarte demasiado y no vivir. Supongo que de eso también habla este libro. Supongo, entonces, que este libro habla por mí. Y tal vez también por ti.

Pero este libro habla de Eva, como si fuera la primera mujer que habitó la tierra, y que cansada del aburrido Adán, decidió bajar a bailar a babel, decidió comer del fruto prohibido, huir del paraíso y convertirnos en mortales. Eva sólo quería bailar, bailar, bailar… y estos poemas tienen ritmo, vida propia, cadencias melancólicas, imágenes imborrables, Eva quiere bailar y vivir, o bailar con la vida, a pesar de las heridas, de los pasados, de la prudencia vespertina del olvido. Eva quiere bailar. Y sabe cómo hacerlo.

Para mí, la poesía es emoción, desgarro, saber encontrar la belleza en lo cotidiano, hablar de pasado en futuro, es como una apnea voluntaria, un revés en el pecho, la poesía no tiene dueños, ni recetas, ni directrices, la poesía es libertad, verdad, magua. Y este libro está lleno de todas estas cosas y muchas más…

Creo que es el momento de abrir el corazón, quitarse el paracaídas y ponerle unos audífonos al alma para escuchar a paso lento todo lo que Eva tiene que contarnos, y si quieres, mientras tanto, bailamos.

Gracias Eva, por enseñaros a vivir, un poquito mejor, con tus poemas. Y sigue bailando, sigue bailando y que nadie apague el incendio que hay en el brillo de tus palabras.

Diego Ojeda (Madrid, 10 de Noviembre 2016)