El amor que transforma el mundo es la lucha por la igualdad.

El amor que transforma el mundo es la lucha por la igualdad.

Hoy no hablo del amor que se declara con rosas, sino del «amor que se grita en las calles, se teje en las resistencias y se escribe en las luchas colectivas». Es el amor de las mujeres por la igualdad, un amor que ha derribado muros, desafiado siglos de silencio y construido puentes hacia la justicia.

El feminismo no es «odio a los hombres», como muchos insisten en creer. Es amor a la humanidad. Es la certeza de que todos merecemos vivir sin violencia, sin techos de cristal y sin roles que nos encarcelen. Lo que algunos no entienden es que esta lucha no busca quitar derechos, sino ampliarlos para que nadie más tenga que pedir permiso para existir.

Hoy no hablo del amor romántico, sino de ese amor profundo y transformador que las mujeres han tenido por la lucha hacia la igualdad. Un amor que no busca flores ni poemas, sino justicia, respeto y oportunidades. Un amor que ha inspirado a generaciones a alzar la voz, a romper cadenas y a construir un mundo más equitativo.

El feminismo no es odio hacia los hombres, como algunos malinterpretan. Es amor por la humanidad. Es la creencia de que todas las personas, sin importar su género, merecen los mismos derechos y libertades. Es la lucha por derribar estructuras que nos limitan a todos, aunque algunos no lo entiendan todavía.

Mujeres como Simone de Beauvoir, quien nos enseñó que «no se nace mujer, se llega a serlo», desafiaron las normas sociales y nos mostraron que el género es una construcción. Rosa Parks, con su valentía, nos recordó que la dignidad no tiene color ni género. Malala Yousafzai, con solo 17 años, nos demostró que la educación es un derecho universal y que ninguna niña debería ser silenciada. Y en América Latina,  Frida Kahlo rompió estereotipos y mostró que la autenticidad y la resiliencia son formas de resistencia.

Estas mujeres, y miles más, no lucharon por odio, sino por amor: amor a la libertad, a la justicia y a la posibilidad de un futuro mejor.

Y aunque algunos hombres aún no lo entiendan, el feminismo no busca dominar, sino liberar. Liberar a las mujeres de la opresión, pero también a los hombres de los mandatos tóxicos que les impone el patriarcado.

Dijo Virginia Woolf: «No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente»

Ellas no lucharon por separar, sino por unir. Porque el feminismo también libera a los hombres: de la toxicidad que les exige ser «fuertes», de la imposición de no llorar, de cargar solos con el peso del mundo.

Hoy celebro ese amor que nos une en la lucha. Un amor que no se conforma con lo que es, sino que sueña con lo que podría ser. Porque, como dijo Audre Lorde: «No soy libre mientras alguna mujer no lo sea, incluso si sus cadenas son muy diferentes a las mías».

¿Y tú? ¿Qué haces hoy para sumarte a este amor por la igualdad? 💜

Otro 8 M más para echarnos a las calles a luchar.